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martes, 18 de octubre de 2011

Artículo: Los Padres y la Disciplina.

Los padres y la disciplina

Ma. Enriqueta Montero Higuera*


Las escuelas tienen problemas para mantener la disciplina, esto es un hecho incuestionable en la mayoría de los contextos educativos. Lo vivimos diariamente maestros y padres de familia. Los alumnos no reconocen los límites, carecen de solidaridad y empatía hacia quienes les rodean, en fin, no muestran respeto hacia las normas y autoridades.

Mencionar la palabra disciplina inevitablemente nos conduce al término autoridad. Para nosotros —las generaciones pasadas, que fuimos educados bajo otras condiciones— al transportarnos a nuestra niñez, asociamos de manera inconsciente la disciplina con los regaños después de romper un vidrio con la pelota o, ya adolescentes, a la prohibición de salir a pasear con los amigos. Era la disciplina de te alineas o sufres las consecuencias, sin que mediara la comprensión ni la negociación. Las cosas eran así, sin cuestionarse. La autoridad de los mayores era impuesta con mano dura. Y las consecuencias de romper una regla eran rígidas también, llegando muy fácilmente a la nalgada o al regaño que lastima la dignidad. Esto, desde luego, es un extremo que afortunadamente se ha dejado atrás en muchos hogares.

Sin embrago, en el afán de alejarnos de un extremo caemos —con mayor frecuencia de lo recomendable—, en el otro. La permisibilidad de los padres en los tiempos modernos aumenta e impacta la formación de los hijos.

El concepto de autoridad va irremediablemente ligado a dureza, intransigencia, imposición y desagrado. Cosa extraña si vemos que esta palabra proviene de un vocablo griego que significa ayudar a crecer. Actualmente es difícil que los padres ayuden a crecer a sus hijos, por la presencia de varios factores que hacen la tarea complicada: ambos padres salen a trabajar y los hijos —salvo las 6 horas que pasan en la escuela—, están bajo el cuidado de la persona que hace el aseo en casa o con los abuelitos que los consienten y, desde luego, con la televisión, los videojuegos y la internet que los ponen en contacto con un mundo lleno de imágenes agresivas y estímulos visuales y auditivos.

El reto de los padres de hoy es enfrentar el dilema entre lo que es bueno y es malo, lo que debe hacerse y lo que no, lo que se debe o no exigir a los hijos. Los padres también deben ayudar a sus hijos a reconocer y manifestar sus sentimientos, aprender a automotivarse para definir y conseguir metas, afrontar la vida con confianza y optimismo, así como entender la sensibilidad y susceptibilidad de los demás. Esto es desarrollar su la inteligencia emocional de los hijos en un marco de responsabilidad y respeto hacia la sociedad. Y, por supuesto, el mayor de los retos es encontrar el tiempo para hacerlo.

El primer contacto fundamental del niño es su familia inmediata. Ella es quien le ayuda a crecer y quien posee la autoridad sobre él. En el núcleo familiar el niño aprende —o debería aprender— las aptitudes y actitudes que le permitirán convivir, lo que conforma la llamada socialización primaria. Sobre estos cimientos la escuela desarrollará más tarde su función educativa y de socialización secundaria.

Para llegar a una buena socialización primaria, desde los primeros tres años de vida del niño y poco a poco, debe ir comprendiendo los límites y normas necesarias para la convivencia. Enseñarle a tomar decisiones adecuadas frente a disyuntivas y dificultades, es decir, saber elegir entre esperar a que llegue el turno o empujar a los que están en la fila para avanzar. Las consecuencias de una actitud permisiva o extremadamente estricta de los padres se observan en los comportamientos irresponsables, desconsiderados, rebeldes, egoístas y/o agresivos de los pequeños en la escuela, la casa y la comunidad.

La falta de tiempo y dedicación de las familias, paulatinamente le ha ido cediendo a la escuela su función formativa, lo cual provoca un conflicto para los maestros, ya que deben dedicar gran parte del tiempo que el alumno permanece en la escuela, tratando de corregir hábitos y comportamientos, en detrimento del tiempo que se dedica a la enseñanza.

Ningún padre afecta de manera consciente a su hijo. Si pudieran los padres ver de antemano los sufrimientos que le traerán a su hijo y a quienes lo rodean, no tendrían una actitud permisiva ni irían al otro extremo de una actitud excesivamente exigente. Los padres deben tener presente que sus hijos son educados para ser adultos, no para seguir siendo niños . Y para ser adultos productivos, respetuosos, integrados a la sociedad, portadores de valores y virtudes; en fin, seres humanos plenos y felices.

La clave, entonces, está en el punto de equilibrio entre estas dos posturas contrarias y extremas. Para lograrlo necesitamos hacer un alto en el camino para permitirnos reflexionar y trazarnos el camino. Hay que tener claridad acerca de los valores que se quieren inculcar, establecer reglas sencillas y comprensibles para el niño y transmitirlas con cariño y firmeza, ponerle límites al tiempo que se estimula la toma de decisiones y su capacidad para ser autónomo e independiente, una actitud firme y con respeto a la dignidad del niño .

Debemos ejercer esa amorosa autoridad para ayudar a los niños a crecer, utilizando como instrumento nuestro ejemplo, dado que actualmente aunque les damos mucho más, pasamos mucho menos tiempo interactuando con ellos. Al tiempo que hemos intentado aumentar su autoestima a través del elogio y la atención, nos hemos vuelto demasiado permisivos en nuestra disciplina y esperamos demasiado poco de ellos.

En seguida propongo una sencilla actividad para que se realice en familia:

 Describir cinco reglas básicas de la familia.
 Especificar la conducta que se espera que el niño tenga en cada una de ellas.
 Preguntar a los niños acerca de lo que entienden respecto a esas reglas.
 Comentar las consecuencias que implica romperlas.
 Hacer los ajustes necesarios según las respuestas.

*Fundadora de los Colegios de de educación básica “Nuevo Santander”y del Instituto de Educación Infantil IMAGINA, de Ciudad Victoria, Tamaulipas.